martes, 11 de octubre de 2011

Capitulo 5

5

Llevábamos varias horas allí sentados sobre el capó del coche sin saber que hacer. La ciudad a nuestros pies parecía un campo de batalla. Había varias columnas de humo que recortaban el cielo del atardecer, se podía distinguir algún movimiento esporádico en la lejanía de algún coche o persona o vete a saber que. Por lo demás todo era prácticamente silencio, silencio, y más silencio. Era todo lo que se escuchaba desde donde estábamos. El silencio, nuestra respiración y el rugir de nuestros estómagos. Esto último fue el detonante de todo.

-No sé tú pero yo me muero de hambre.- Joaquín rompió la calma que reinaban en el ambiente.

Asentí con la cabeza sin levantar la vista de la ciudad, más o menos a unas cuatro manzanas estaba mi casa. Y una enorme concentración de zombis también ya que estaba al lado del hospital.

-¿Qué sugieres?- le pregunté sin levantar la vista.

-Hay que bajar ahí tío y encontrar algo de comer. El supermercado está aquí al lado.

-El supermercado está al ladito del hospital Joaquín no es una buena idea.- me volví para mirarle, la verdad es que las tripas me iban a devorar por dentro como siguiera así.

-Algo tendremos que hacer macho. No he probado bocado desde las siete de la mañana con toda esta mierda.

A Joaquín le había pillado la hecatombe mientras trabajaba en el parque como jardinero. Primero la gente corriendo, según había narrado, eran pocos pero histéricos y poco a poco la locura se fue extendiendo. Preguntaron al subnormal que tenía entonces por encargado y les instó a seguir trabajando sin más. Ninguno de los que corría precipitadamente por la avenida o atravesando el parque respondía a ninguna pregunta. Poco a poco la gente se fue largando pero cuando llegaron ellos no quedó alma en aquel lugar. Joaquín había visto llegar a los primeros de aquellos zombis a una velocidad considerable para lo que suelen narrar los libros y películas. Al principio no sabía bien que eran pero cuando el primero de ellos llegó a su altura lo primero que hizo fue poner tierra de por medio como alma que lleva el diablo. Consiguió llegar hasta la avenida abriéndose paso a golpe de tijera y justo entonces le encontré yo.

Nos retiramos hasta las afueras de Móstoles y subimos a una colina cercana desde allí podíamos ver prácticamente toda la zona sur de la ciudad, incluido el hospital y sus alrededores.

-Sube al coche, vamos a ver dónde nos dan de cenar.- abrí la puerta del conductor mientras y monté.

-Si seguro que en algún restaurante siguen sirviendo cenas a esta hora.- respondió Joaquín sonriendo de oreja a oreja.

-Fuera de coña. ¿Dónde narices vamos?.

-El supermercado es un imposible, habría que mirar algún restaurante o bar de la zona.-

-Allí nos arriesgamos a que la comida no esté preparada y no me pienso parar a cocinar. Necesitamos un sitio donde no se pare de vender comida…

-¿Estamos pensando lo mismo?- dijo Joaquín.

-Vamos al Burguer- arranqué y nos pusimos en marcha.

Nos adentramos en la ciudad en cuestión de unos minutos y pusimos rumbo hacía el norte de la ciudad, teníamos que atravesar la ciudad entera prácticamente y no iba a ser un trayecto divertido precisamente. Respiramos aliviados al llegar a la avenida principal y ver que a pesar de los coches abandonados, estrellados, y demás obstáculos se podía avanzar a cierta velocidad, nos conformábamos con avanzar más rápido que los putos zombis que plagaban la calle. La mayoría de ellos se limitaban a mirar como pasábamos y antes de echar andar ya nos encontrábamos lejos y perdían el interés. Otros se abalanzaban hacía nosotros nada más vernos. Algunas personas estaban asomadas a los balcones y ventanas observando el panorama que se extendía bajo ellos, algunos nos señalaban al pasar, otros se encontraban fuera en grupos combatiendo a algún zombi aislado pero eran los que menos. Otros simplemente corrían huyendo del horror.

-Tio esto es una puta locura- Joaquín miraba por la ventanilla bebiéndose cada imagen que pasaba por delante.

De repente empezó a bajar la ventanilla a toda velocidad mientras buscaba las tijeras en el asiento de atrás del coche.

-¿¡Qué cojones haces Joaquín!?- grité mientras mi mirada iba de él a la carretera. Giré para esquivar un zombi que pasó cerca del lado derecho del coche al tiempo que Joaquín le estampaba un sonoro golpe con las tijeras en la cabeza.

-¡Que te den capullo!- gritó por la ventanilla sacando medio cuerpo fuera.-

Volvió a sentarse en el asiento y lanzando las tijeras en la parte trasera rompió a reír.

-¡Estas como una puta cabra!- le increpé pero no pude evitar sonreír.


Cinco minutos después llegamos al Burguer. Nos acercamos lentamente hasta el establecimiento. No había ningún zombi por los alrededores.

-Pararé justo en la puerta por si tenemos que salir pitando.- le dije a Joaquín mientras tiraba de freno de mano.

Nos apeamos del coche rápidamente, Joaquín empuñó sus tijeras y nos dirigimos dentro del establecimiento. La entrada principal estaba enfrente del mostrador después de cruzar todo el comedor . A la izquierda a media altura se encontraba otra puerta lateral. Al lado del mostrador los aseos. Estaba todo desordenado, mesas y sillas por los suelos, restos de comida en algunas zonas, etc. Todo parecía haber sido abandonado precipitadamente. Registramos rápidamente toda la zona incluida los baños y nos acercamos a la barra.

-Dos menús con hamburguesas y coca-cola gigantes por favor.- solté sin más como si me saliera del alma.

No podíamos resistirnos ya, rompimos a reír con lágrimas en los ojos. Necesitábamos liberar tensión y la risa nos ayudaba bastante la verdad. Cuando conseguimos recomponernos saltamos la barra y empezamos a arramplar con todo lo que podíamos cargar hasta que escuchamos aquel sonido que nos heló la sangre.

Volvimos a la carrera fuera de la cocina hasta la barra, y allí estaba en la puerta avanzando pesadamente. Detrás de él entró otro, y otro más. Pronto reparé en que alrededor del establecimiento pululaban al menos cinco más de aquellos zombis. Salté la barra con celeridad y agarré la silla que tenía más próxima.

-¡Date prisa Joaquín!- grite sin volver la cabeza mientras le lanzaba la silla al zombi que tenía más cerca.

Pateé una mesa contra el segundo zombi que le golpeó las rodillas y cayó estrepitosamente sobre el cuerpo de su compañero. Pero entonces aquel tacto me helo la sangre, hizo que se me erizaran los pelos de la nuca y que se me formara un nudo en el estómago. Algo me aferraba fuertemente el antebrazo derecho. ¿Cómo podía haber sido tan estúpido?, mientras combatía a los zombis que venían de frente dos de los que rondaban por fuera habían conseguido entrar por la puerta lateral y ahora uno de ellos me tenía agarrado. Todo sucedió a gran velocidad. Como un impulso que yo no controlaba mi puño izquierdo fue a estamparse contra la cara del zombi. Fue más un acto reflejo presa del miedo que un golpe premeditado. Al mismo tiempo noté disminuía la presión en mí brazo pude ver la silla lanzada por Joaquín contra el zombi y a este caer de espaldas. Entonces Joaquín tiró de mí para que me moviera.

-¡Vámonos Isaac maldita sea!.- me grito mientras se agachaba a recoger las bolsas con la comida. Sus tijeras bamboleando en el cinturón . Salí pitando detrás de él y abriéndonos paso a golpes montamos en el coche.

-¡Arranca! Arranca! ¡Arranca! ¡Arranca!- grito Joaquín insistentemente.-

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